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La historia de España (salvando el lapso de 130 años justo a la entrada de la modernidad) en los últimos siete siglos, está repleta de ejemplos de terremotos destructivos con intensidades por encima de VIII en la escala Mercalli (por encima de 5 a 6 en la de Richter), "los temblores de tierras" y el qué hacer si brotaban, eran temas de estudio en las escuelas y universidades hasta hace cien años. La cultura de la sismicidad es un fenómeno que no se ha actualizado como otros aspectos del país. Simplemente se olvidó.
La historia de España (salvando el lapso de 130 años justo a la entrada de la modernidad) en los últimos siete siglos, está repleta de ejemplos de terremotos destructivos con intensidades por encima de VIII en la escala Mercalli (por encima de 5 a 6 en la de Richter), "los temblores de tierras" y el qué hacer si brotaban, eran temas de estudio en las escuelas y universidades hasta hace cien años. La cultura de la sismicidad es un fenómeno que no se ha actualizado como otros aspectos del país. Simplemente se olvidó.
PUBLICADO EN ABC Y VARIOS MEDIOS
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Al publicar mi artículo en ABC y diarios del grupo Vocento: "Amnesia Sísmica", me llegaron varios comentarios de compañeros y amigos geólogos, arquitectos, ingenieros, del mundo de la comunicación y más. La mayoría me animan (a pesar precisamente de dicha amnesia y la cada vez más escandalosa falta de medios) a seguir en la línea emprendida de impulsar la investigación de estos fenómenos en relación a la distribución del territorio, conociendo a priori las características de los terrenos donde los seres humanos decidimos establecer nuestro hábitat, residencia, actividades laborales, etc. El urbanismo y la microzonación sísmica han ido hasta hoy en España por caminos opuestos o en el mejor de los casos paralelos, casi nunca se tocan; ello ya nos ha traído y, triste es decirlo, nos traerá, perjuicios, fatalidades, desgracias y sufrimiento como los que se viven aún en Lorca.
La resiliencia a través de la cultura, que en este blog se impulsa, cada vez más se comprueba como una de las más eficaces herramientas para sobreponerse a las adversidades después de desgracias naturales o creadas por nosotros. Los arquitectos y urbanistas aún tienen mucho que proponer y aportar en este "terreno", aunque aún muchos no sean conscientes del enorme campo de actividades profesionales que las ciencias de la tierra le brindan a la Arquitectura en su crecimiento, sobre todo en este siglo recién estrenado, y especialmente con el emergente interés (y necesidad) de volver la mirada a nuestro patrimonio y sus nuevos contextos físicos y de uso, pues los primeros han cambiado como lo han hecho los segundos.
La resiliencia a través de la cultura, que en este blog se impulsa, cada vez más se comprueba como una de las más eficaces herramientas para sobreponerse a las adversidades después de desgracias naturales o creadas por nosotros. Los arquitectos y urbanistas aún tienen mucho que proponer y aportar en este "terreno", aunque aún muchos no sean conscientes del enorme campo de actividades profesionales que las ciencias de la tierra le brindan a la Arquitectura en su crecimiento, sobre todo en este siglo recién estrenado, y especialmente con el emergente interés (y necesidad) de volver la mirada a nuestro patrimonio y sus nuevos contextos físicos y de uso, pues los primeros han cambiado como lo han hecho los segundos.
Entre todos los comentarios que me han llegado, quiero destacar los de Manuel Fortea, arquitecto y doctor en historia del arte, además de gran experto, conocedor y velador de nuestros tesoros patrimoniales, tan olvidados y muchas veces tan abandonados. Con su permiso concedido, paso a plasmar en este artículo sus profundamente pedagógicos comentarios y reflexiones, unas palabras que son el vehículo de una cultura, sensibilidad y sabiduría especialmente necesarias en nuestra sociedad, sobre todo en estos tiempos tan faltos de brillantez y tan sobrados de soberbia y especulación. Es un honor para mí el que puedan aparecer en mi blog, pues siempre son una magistral lección que nos aporta un inestimable por elevado valor técnico, pero sobre todo humano.
Loredo, Cantabria, 2 de junio de 2012
Antonio Aretxabala Díez
Antonio Aretxabala Díez
La primera frase que les suelto a mis alumnos de la Escuela Politécnica de Extremadura (antes Arquitectura Técnica, hoy Ingeniería de la Edificación y mañana no sabemos) en clase de Construcción es la siguiente: “No olvidéis que la Naturaleza está trabajando permanente (24 horas por día los 365 días del año) para destruir lo que construye el hombre, para devolver todo a su estado natural anterior. A veces es un trabajo de baja intensidad como la lluvia o las heladas, otras es una acción virulenta como el rayo o los terremotos.
Efectivamente la memoria del hombre para estas cuestiones no llega más allá de una generación. Aún seguimos convencidos de que las murallas de Jericó se derrumbaron por el estruendo de las trompetas, negando que aquel ruido mortal provenía del vientre de la tierra acompañado de una sacudida.
Nuestra tecnología constructiva actual (hormigón armado) tiene escasamente un siglo. Una vida muy corta para evaluar el saldo final en su lucha permanente contra la naturaleza.
Personalmente creo que la prevención de las consecuencia de estos fenómenos naturales sobre la población humana está más próxima al respeto de la propia naturaleza, que a la producción de una normativa “anti”. Cuando a la ignorancia del hombre se le suma la soberbia, el fracaso está garantizado. La mejor manera de evitar la destrucción de una riada es no construyendo en el cauce del río. La mejor manera de minimizar los efectos catastróficos de un sismo es no construyendo en puntos críticos, en puntos por los que la naturaleza disipa su energía interior. A ningún cocinero se le ocurre poner el dedo por donde sale el vapor de la olla de presión. Lo más importante es saber dónde están esas válvulas de escape. Una información que vale para cualquier tiempo histórico y cualquier cultura. Insisto, la mejor prevención contra los efectos sísmicos es una carta geográfica detallada de las características geológicas del subsuelo, una radiografía del alma de la tierra. Cualquier intento de creerse con poderío para vencer a la naturaleza en estas batallas es simplemente un acto de ignorancia y soberbia.
Para diseñar una construcción capaz de soportar la acción de un sismo de una manera científica necesitamos los datos de partida, que son: Lugar exacto de aplicación, energía liberada, tiempo de duración, frecuencia de la vibración, desplazamientos máximos, número de réplicas, etc. En definitiva, datos imposibles de obtener. ¿Te imaginas un ingeniero que asegurara diseñar una estructura capaz de soportar un rayo cuya temperatura máxima y voltaje no superar unos valores determinados? Simplemente una estupidez.
Recién ocurrido el terremoto de Lisboa de 1755 le preguntaron al Marqués de Pombal (Jefe de gobierno de Portugal) sus colaboradores más próximos “Sr. Marqués ¿Y ahora qué hacemos?” Impertérrito y seguro contestó: “Enterrar a los muertos y ocuparnos de los vivos”.
Un artículo certero y oportuno que convendría repetírselo, despacito y al oído, a todos los responsables.
Las réplicas, a un promedio de una cada hora, sobrepasan la centena en el norte de Italia, algunas de ellas mayores de 5 grados de magnitud.
EN ROJO LOS EPICENTROS, DESDE EL DÍA 20 AL 31 DE MAYO, AL OESTE DE FERRARA Y NORTE DE MÓDENA |
Tristemente se confirmó ayer: se ha encontrado el cuerpo sin vida de la víctima número 17 que quedaba atrapada entre los escombros del último terremoto. Seis murieron el día 20 y los dichos el día 29. Las réplicas a un promedio de una cada hora sobrepasan la centena, algunas de ellas mayores de 5 grados de magnitud. La norma de construcción sismorresistente italiana de 2004 ya no contaba con el carácter sismogenético de esas fallas dormidas durante 450 años. La memoria sísmica de las gentes de Emilia Romagna ha sufrido una amnesia de cuatro siglos y unas tremendas consecuencias humanas, sociales, económicas y patrimoniales. Ferrara (Patrimonio de la Humanidad) es la primera ciudad moderna de Europa, diseñada urbanísticamente ya en el siglo XIV, contó con lo que entonces era un fenómeno bien conocido. Cuanto más se sabe de estos nuevos terremotos italianos en su aspecto científico, más se nos parecen a los de Lorca de 2011, y menos a l’Aquila 2009.
Las fallas españolas activas aparecen implícitas en nuestra norma sismorresistente (NCSE02). Las que consideramos inactivas no. Las primeras afectarían a un total de 2618 localidades situadas en zonas con riesgo sísmico, en 724 se aglomeran más de 5000 habitantes, una población de más de 20 millones de personas. De las segundas casi nada sabemos. No obstante, a pesar de ser España un país sísmico, no existe una conciencia histórica de élite sectorial o de altura científica con cierta proyección popular, tampoco universitaria, sobre el riesgo sísmico y su importancia. El largo tiempo transcurrido, casi 130 años, desde el catastrófico terremoto de Andalucía de 1884 con cerca de 1200 muertos y una destrucción que llegó al grado X, ha conformado también nuestra amnesia sísmica.
MAPA DE PELIGROSIDAD SÍSMICA DE ESPAÑA |
Durante este tiempo nos hemos triplicado, hemos pasado de unos 16 millones de personas viviendo fundamentalmente en un ambiente rural e inmóvil, a 47 millones predominantemente urbanos y de alta movilidad. Ahí es donde radica el mayor peligro, y mucho más ahora que antes. Las mejores armas para salir airosos si se producen terremotos las tenemos, pero guardadas; la avanzada ley del suelo de 2008 sigue metida en los cajones de las autonomías, aunque casi nadie la entiende, es la amnesia. La población en general no sabría cómo reaccionar ante un terremoto, menos aún conoce las zonas más sísmicas del propio país, las más concurridas.
Asimismo la población más especializada, o cultivada al respecto, cree que son los ingenieros y los dirigentes los encargados de mitigar desastres a través del cumplir y hacer cumplir normas sismorresistentes cada vez más refinadas. Los ingenieros también creen que son ellos los designados a conducirnos hacia ese fin aplicando teóricos postulados que la naturaleza siempre supera, sobre el objeto de sus estudios: los edificios y sus estructuras, es decir, las piezas del sistema. Pero el verdadero escenario sísmico del siglo XXI es la ciudad. Las normas de construcción sismorresistente, no han sido, no son y nunca serán suficientes.
Las ciudades españolas han sido diseñadas con leyes urbanísticas inspiradas en el siglo XX por todo (incluso cualquier tipo de interés individual o especulativo) menos por criterios de diseño anti-sísmico. La realidad es que la historia de España, salvando este lapso de 130 años justo a la entrada de la modernidad, en los últimos siete siglos, está repleta de ejemplos de terremotos destructivos con intensidades por encima de VIII en la escala Mercalli (por encima de 5 a 6 en la de Richter), "los temblores de tierras" y el qué hacer si brotaban, eran temas de estudio en las escuelas y universidades hasta hace cien años. La cultura de la sismicidad es un fenómeno que no se ha actualizado como otros aspectos del país. Simplemente se olvidó.
La amnesia sísmica de la población, medios y dirigentes, parece dominar sobre los esporádicos brotes de interés cuando algo como lo de Lorca o Ferrara nos despierta la curiosidad, nos hace reflexionar y los bares del país se llenan de expertos geólogos, arquitectos e ingenieros. Luego remite y otra vez se duerme.
EL PAPEL DE LOS MEDIOS EN LA GESTIÓN DE LOS DESASTRES
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